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Mensaje Dominical

“NO SOMOS DUEÑOS, SINO ADMINISTRADORES DE LA VIÑA DEL SEÑOR” 1. En la parábola de hoy, el dueño de la viña plantó un viñedo, lo rodeo con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir la parte de sus frutos a los viñadores, pero estos se apoderaron de los criados y los apedrearon. Envió de nuevo otros criados y de igual modo los maltrataron. Finalmente envió a su propio hijo pensando que lo respetarían, pero los viñadores lo mataron, no solo para no pagar lo que le correspondía al dueño, sino para apoderarse de la viña. Esta parábola se aplica inmediatamente a los sumos sacerdotes y ancianos que lo estaban escuchando. Ellos se apoderaron del culto y de la ley de Dios, rechazaron a los profetas y mataron a Jesús, el Hijo de Dios; entonces Dios les quitó la viña y se la entregó a otro pueblo que produjera sus frutos. Este pueblo es la Iglesia de Cristo. Ellos rechazaron a Jesús como los constructores que rechazaron a la piedra, que se convirtió después en piedra angular. Apoderarse de las cosas de Dios, es un signo del anticristo.

2. Esta historia de la parábola se aplica a la historia de Israel, pero también es la historia de nuestra propia vida: con inmenso amor nos planta, nos cuida, nos protege en un lugar privilegiado y en un tiempo especial y después se aleja de nosotros; no se queda para estarnos vigilando y exigiendo en el trabajo. Él tiene plena confianza en nuestra honestidad, en nuestra responsabilidad y en nuestro compromiso; pero a nosotros también nos puede pasar lo que les paso a ellos: que no reconocieron el señorío del dueño de la viña. Podemos olvidarnos de que esta vida y este tiempo del que disponemos, es prestado, es donado por Dios nuestro Señor para que produzcamos frutos. El Señor se aleja y no lo vemos, por eso, podemos pensar que Dios no tiene nada que ver con nuestra vida, que Dios es ajeno y que no nos pedirá cuentas. Nos sentimos dueños y señores de la existencia y disponemos del tiempo a nuestro antojo queriendo que nadie se meta con nosotros y que todos respeten nuestra total y absoluta libertad y autonomía. Nos sentimos los dueños y señores absolutos que no tenemos por qué dar cuenta a nadie de nuestra administración, pero el Señor que un día se fue, volverá y nos pedirá cuentas de la administración de la viña. La gran tentación de olvidarnos de Dios y vivir como si Dios no existiera, nos resulta muy cómoda y conveniente porque así nos sentimos dueños y señores de todo lo creado. Pero esa pretensión tarde o temprano resulta un engaño, porque tarde o temprano tenemos que dar cuenta al dueño de la viña y él nos dará el premio o el castigo que merece nuestras obras.

3. Yo les he elegido para que vayan y den fruto y su fruto permanezca. La viña se le encomienda al pueblo que produzca sus frutos. Y ¿cuáles son esos frutos que duran para siempre? Al final de la vida, lo único que queda y lo único que importa para la vida eterna es lo que hayamos hecho por nuestros hermanos. Al final de la vida nos examinarán del amor: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste, estaba enfermo y me auxiliaste…” Los frutos que duran para la vida eterna, son las obras de misericordia. Dios no es un castigador injusto, sino es un Padre justo y misericordioso, por eso le da a cada uno según sus obras.

Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas Obispo de Cancún-Chetumal

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