¿Por qué la Iglesia dedica el mes de octubre al rezo del Santo Rosario?
Cuenta la historia que en el siglo XVI los musulmanes habían invadido Europa ocupando la Península Ibérica y asolando los demás países durante más de ocho siglos. Los europeos, la cristiandad, intentaron con frecuencia no sólo desalojarlos del continente, sino conquistar los lugares santos para que estuvieran abiertos al peregrinar de los creyentes. Las famosas cruzadas tuvieron ese objetivo: reconquistar Tierra Santa.
Por otra parte, los musulmanes ejercían un dominio casi completo sobre el Mar Mediterráneo, ese mar interior que es como las venas del viejo mundo. Los musulmanes no sólo ejercían la piratería, sino que habían encontrado un negocio jugoso y cada vez más próspero: el secuestro. Tomar prisioneros suponía jugosos rescates pagados por los atribulados familiares de los cautivos.
En esa situación se aliaron cuatro naciones europeas para organizar una armada, una flota, para acabar con la temible armada turca.
El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la famosa batalla de Lepanto en la que salió derrotada la flota turca y las armas de la cristiandad obtuvieron la victoria.
Mientras se llevaba a cabo esta acción de guerra, en Roma se hacían procesiones y se rezaban rosarios por la victoria europea.
Por ese motivo, el Papa San Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre de 1572 y, un año después, se cambió por la de Nuestra Señora del Santo Rosario, por atribuirle a esta oración la gracia de la libertad.
Una oración del pueblo
Por la sencillez de la oración y porque propicia la oración en común, el Santo Rosario ha tenido durante siglos una gran aceptación en el pueblo católico.
La Iglesia misma, a través de los Papas, ha recomendado frecuentemente esta práctica, enriqueciéndolo con indulgencias especiales. Hay indulgencia total a quienes recen el Santo Rosario en familia o comunidad, con las condiciones de costumbre: confesarse, comulgar y rezar por el Santo Padre.
Conocemos personas que van rezando su rosario, discretamente, rumbo al trabajo o a la escuela. Todavía hay familias que lo rezan juntas y nos recuerdan el lema de aquella campaña internacional del Rosario: “La familia que reza unida, permanece unida”.
Nuestro pueblo tiene entre sus más preciadas tradiciones el rezo del Rosario: se lo damos a los niños en el Bautismo, en la Primera Comunión; a las quinceañeras y a las novias. Lo ponemos en el retrovisor del auto, nos lo colgamos del cuello o lo usamos de anillo o de llavero en sus versiones portátiles. Cuando se muere un fiel, lo rezamos en el velorio y en los nueve días posteriores al deceso.
Lo rezamos también todos los días de mayo con el ofrecimiento de flores y de manera especial en octubre, por ser mes del Rosario.
Hay Rosarios de aurora, muy concurridos, y cadenas de Rosarios. Los estadios se llenan para unirnos al Papa en la oración mundial del Rosario.
La Virgen y el Rosario
En Lourdes y en Fátima, la Virgen recomendó el Rosario a los videntes y lo mismo ha sucedido en otras de sus apariciones.
A través del Rosario aprendemos a conocer más a la Virgen María y a sentirla más cercana a nosotros. La hacemos nuestra intercesora ante su Hijo y ante el Padre Dios. Ella nos acerca más a Jesús y lo hace presente en nuestra vida como lo hizo presente en Belén en la noche de Navidad.
Una oración muy antigua
La costumbre de decir oraciones y contarlas con un collar de cuentas es común en muchas religiones. Los griegos usan desde la antigüedad el komboloi para meditar y reflexionar. Los budistas usan un largo collar para repetir una misma oración que los ayuda a concentrarse. Los musulmanes usan un rosario de 33 cuentas dividido en tres partes para decir los atributos de Dios.
Posiblemente nuestro actual Rosario tuvo su origen en este modelo musulmán, ya que durante ocho siglos los españoles sufrieron la ocupación mora y muchas costumbres árabes se quedaron en España.
Cuenta la tradición que en el siglo XII la misma Virgen María se le apareció a Santo Domingo de Guzmán, español, y le enseñó a rezar el Santo Rosario. Por eso cantamos: “Viva María, viva el Rosario, viva Santo Domingo, que lo ha fundado”
Ciertamente debemos a los Dominicos la propagación de esta bella oración.
Rezo y meditación
Se llama “Rosario” porque es como una colección de rosas preciosas ofrecidas a Dios a través de la más preciosa rosa que es la Virgen María.
Consta el Rosario de 20 decenas de Avemarías precedidas por un Padre Nuestro.
En cada decena se enuncia un “misterio”, es decir, un pasaje de la vida de Cristo y de María que nos ayudan a meditar.
Para su rezo, el Rosario se divide en cuatro partes: los lunes y los sábados se rezan los misterios gozosos; los martes y viernes, los misterios dolorosos; los miércoles, y domingos, los misterios gloriosos, y los jueves los misterios luminosos.
Al final del Rosario acostumbramos a rezar las Letanías Lauretanas, que son como una colección de piropos a la Madre de Dios con lo que pedimos que ruegue por nosotros.
Se llaman “Lauretanas” porque se originaron en Loreto, un santuario mariano de Italia en el que guardan como reliquia la casita de María en Nazareth, llevada milagrosamente por los ángeles a esta población, según narran algunas leyendas piadosas.
Fuente: Desde la Fe
Redacción: Pbro. Sergio G. Román
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